Del sueño americano a la pesadilla transnacional

(Primera parte)

mara loca

La Mara Salvatrucha y la Mara 18 están presentes en una serie de películas sobre la migración ilegal hacia los Estados Unidos desde Centroamérica, y son el tema de Mara Salvatrucha: La Nueva Mafia (EUA, 2006), documental dirigido por Lis Ling, producido por Andrew Tkach y presentado por National Geographic, así como de La vida loca (España, Francia, México, 2008), de Christian Poveda, asesinado a causa de este otro documental.

Los largometrajes de ficción más importantes en dicho sentido son: Sin nombre (México, EUA, 2009), escrito y dirigido por el joven gringo Cary Joji Fukunaga y producido por los mexicanos Gael García Bernal y Diego Luna; Una vida mejor (EUA, 2011), coproducido y dirigido por Chris Weitz, y La vida precoz y breve de Sabina Rivas (España, México, 2012), dirigido por Luis Mandoki y producido por Abraham Zabludovsky.

«Los tatuados»

Para entender el fenómeno de las maras y su limitada proyección cinematográfica, hagamos un paréntesis informativo que podrán complementar perfectamente los documentales.

En resumen, la guerra civil en El Salvador (1979-1992) causó la emigración de unos 200 mil salvadoreños a California, Estados Unidos. Entre ellos había desertores del ejército, la guerrilla y los escuadrones de la muerte, que se dirigieron a los barrios latinos de Los Ángeles, en donde se encontraron con las pandillas chicanas locales. Al principio, los refugiados políticos de El Salvador se unían y reunían para defenderse de esas bandas y protegerse de la sociedad anglosajona que también los rechazaba. Con el tiempo, la gente que tenía formación y experiencia militar o paramilitar acaparó territorios y asumió el control del «negocio» allí, hasta ser una organización delincuencial, dedicada principalmente a la extorsión, el tráfico de narcóticos y armas al menudeo, el asesinato y el robo. Así nació la Mara Salvatrucha, que fue incorporando a inmigrantes de otros países centroamericanos y, con la deportación de miles de ellos, terminó convertida en una mafia transnacional.

La palabra «mara» es un regionalismo equivalente a pandilla en Centroamérica, y «salvatrucha» está compuesta por «salva», de salvadoreño, y «trucha», que significa despabilado, en términos coloquiales, además del famoso pez. La expresión «ponerse trucha» equivale a estar listo, estar atento, estar al tiro. La Mara Salvatrucha es llamada también MS-13 por las siglas de sus letras iniciales y el número de paralelo 13, que distingue de las «clicas» centroamericanas a la incorporación mexicana.

El nombre de la Mara 18 se debe a una escisión ocurrida a raíz de la pelea entre dos «palabreros» de la Salvatrucha que se mataron por una mujer; una fracción se fue del territorio y formó una pequeña pandilla en la Calle 18 de Los Ángeles, acogida por las bandas de origen mexicano que tenían allí un tradicional bastión. Desde entonces, además de la represión gringa y la deportación, existe una guerra sin cuartel entre la Salvatrucha y la 18, que ha durado más de veinte años y tiene un saldo promedio de mil 500 muertos anuales, nada más en El Salvador, sin contar a los de Honduras y Guatemala, ni a los que siguen matándose en los Estados Unidos: organizan comandos especiales de dos o tres soldados que se introducen en territorio enemigo para matar a miembros de la otra padilla; entre los barrios contrarios a veces no hay más que una calle. Y no es exageración que los «mareros» prácticamente viven para matarse unos a otros; la violencia es su razón de ser.

Hay 15 mil jóvenes de las dos pandillas en El Salvador; 14 mil en Guatemala; 35 mil en Honduras; 5 mil en México, y entre 50 mil y 70 mil en los Estados Unidos, donde existen otras bandas latinas y afroamericanas de menor envergadura. Las maras son dos ejércitos: se dicen soldados y llaman civiles a los demás fuera de sus filas; cada mara es una desde Los Ángeles hasta San Salvador: si un pandillero recorre estos países es recibido por gente de su pandilla, que tiene una «clica» por barrio, y «palabreros» locales, municipales, regionales y nacionales, con códigos de entendimiento que los identifican. En México y América Central, la Salvatrucha está muy conectada con Los Ángeles, mientras que la 18 tiene más independencia.

Los «mareros» se caracterizan, a simple vista, por estar tatuados de pies a cabeza; se integran a la pandilla desde niños en la mayoría de los casos con un ritual de iniciación llamado «salto» que consiste en resistir una golpiza de varios pandilleros durante trece segundos; luego deben asesinar a alguien de la pandilla enemiga, a veces a varios.

Cámara al hombro

El documental de National Geographic explora este fenómeno en 45 minutos con abundante información que no siempre coincide, pero puede ser complementaria, y entrevistas a pandilleros tanto en Estados Unidos como en Centroamérica, dentro y fuera de las cárceles. Destaca el testimonio de una joven mujer en el Programa de Testigos Protegidos por el FBI, tan «protegida» que terminó asesinada por sus compañeros de pandilla, inclusive amigos, uno de los cuales está encarcelado por eso y habla al respecto. La traducción al español demerita la calidad del contenido, pero algun@s podrán obviar lo que se dice originalmente o escucharlo en inglés. Aquí no hay nada sobre la Mara 18, por lo que recomiendo ver también el trabajo de Christian Poveda.

Durante 16 meses, Poveda registró la vida cotidiana de una «clica» formada por alrededor de 60 integrantes de la Mara 18 en la colonia La Campanera (de ocho mil habitantes), municipio y ciudad de Soyapango, en el departamento y área metropolitana de San Salvador. La investigación comenzó en 2004, cuando el periodista franco-español hizo unas 130 entrevistas y tomó fotografías de pandilleros en varias cárceles. Una de las preguntas era por qué habían entrado a la Mara y uno de ellos respondió: «Por la vida loca».

Luego de que la televisión emitiera esta labor con la Mara 18, Poveda fue acusado de lucrar con los asesinatos de siete protagonistas del documental durante su realización, así que voló a San Salvador para convencer a los «mareros» de que no era así y lo mataron.

Mara 05